Días atrás recordaba mi añoradas clases de Kabbalah, llegaba puntual a mediodía, tomaba el mejor puesto posible, con mis cinco sentidos bien dispuestos al aprendizaje.
Siempre salía con mi cabeza en ebullición, porque realmente se despertaba en mi muchas inquietudes.
En una de ellas, hablábamos sobre el ego y sus extensiones (hay mucho que hablar al respecto) y quedó en mi un punto que siento es primordial: las expectativas.
Sobre la expectativa podemos decir que es la idea que nos hacemos de que algo saldrá de cierto modo, o que tengo derecho a que algo se haga a mi gusto y en mi tiempo.
Es un concepto muy humano. Cuando le digo a mi hijo que haga algo, yo siento que debe hacerlo y en el tiempo más rápido posible. Sin embargo, él, como ser humano, tiene las suyas: que yo entienda que lo hará luego, o que no lo hará.
Evidentemente, en el caso ilustrativo, hay suficientes elementos para prever algún tipo de conflicto, pues no hay sincronía en las expectativas de ambos.
Por eso, en kabbalah nos enseñan que la ira se fundamenta en las expectativas.
Cuando pide, esperas algo, te estás formando expectativas. Si las cosas no salen como tu deseas, caes en la ira.
Por esa razón, es recomendable entender que las cosas no siempre tienen que ser a nuestro ritmo, o forma.
Cuando aceptamos que pueden existir mil maneras distintas y también buenas para resolver las cosas, todo es más fácil y podemos ser mas felices.
Te invito a plantearte una vida sin mayores expectativas, con una mente más abierta a mirar las situaciones y la forma en que se presenta su resolución.
De esa forma, te espera mas armonía y fluidez en tu existencia.
María Verónica Guzmán R.
Periodista
Acompañamiento en procesos de cambio
@MariaVeroGuzman IG y twitter