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Verosímiles
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Del Jepirá hacia la eternidad en tiempos de Juyapu. Wayuú: gente de arena, sol y viento…

Del Jepirá hacia la eternidad en tiempos de Juyapu. Wayuú: gente de arena, sol y viento…

Este trabajo es un pequeño esfuerzo de los fotógrafos venezolanos que integran el proyecto Ciudad Compartida y el Movimiento Venezuela Subjetiva, con el fin de enaltecer las manifestaciones culturales que se llevan a cabo en el país caribeño.

Representantes de la Seccional del Estado Aragua, Venezuela se trasladaron al Occidente del país, específicamente en la Alta Guajira para hacer una investigación antropológica y un registro fotográficos sobre los Wayúu, trabajo que ha sido plasmado en una exposición denominada "Etnik, Hijos de la tierra", expuesto en el Museo de Antropología e Historia de Maracay, con muestras del resto de etnias que hacen vida en Venezuela.
 

Un familiar rinde ritual al Torito Fernández, uno de los caciques más respetados en la historia de esta etnica. Foto: José A. Arraiz.-

Un familiar rinde ritual al Torito Fernández, uno de los caciques más respetados en la historia de esta etnica. Foto: José A. Arraiz.-

La Laguna de Sinamaica es uno de los principales medios de traslado para el comercio en la zona. Foto: Carlota Delgado.-

La Laguna de Sinamaica es uno de los principales medios de traslado para el comercio en la zona. Foto: Carlota Delgado.-

Cada pueblo del mundo, con una cultura originaria, tiene sus creencias, costumbres, ceremonias, cultos y rituales. Cuando se realizan, la gente se siente satisfecha, feliz con el deber cumplido, con la tradición y con la sabiduría de las generaciones. La cultura wayúu es el ejemplo inmediato.

Por el mes de Septiembre cuando hay energías positivas y existen todas las condiciones para reunirse las familias, se observa en muchas partes de la península fronteriza el velorio de los restos, segundo lloro o la sacada de los huesos. Motivados por toda esta información y en nombre del Movimiento Fotográfico de Venezuela (Proyecto Ciudad Compartida) y el Movimiento Venezuela Subjetiva, emprendimos, con muchas expectativas, un viaje a la frontera occidental para hacer un registro fotográfico de esta interesante cultura ancestral, además de palpar, en el trabajo de campo, lo leído a través de la literatura. Así es, como partimos a la tierra zuliana, con boleto directo hasta su ciudad capital: Maracaibo, punto de encuentro con muchos amigos de la infancia para el abastecimiento y coordinación del viaje a la Gran Guajira. Desde ese momento, todo cambiaría para mejor… el trabajo fotográfico se convertiría en un aventurado paseo lleno de muchas expectativas pero también de temores por todos los relatos sobre leyendas que escuchamos desde nuestra llegada a la tierra del sol amada, lo que nos daba uno de los ingredientes más buscados por los amantes de las exploraciones y deportes extremos: Adrenalina.

Ansiosos de entender tantos misterios y de cumplir satisfactoriamente con la tarea, contrastándola con tantas hipótesis, decidimos elaborar en base a todas las recomendaciones, nuestra propia agenda e itinerario; la cual, por cierto, no estaba exenta de riesgos. Muchos maracuchos nos decían “¡Vais Pa´ la guajira, vos estáis loco, la gente no va pa´ allá ni a cobrar una herencia y los que van es por un negocio grande, muy grande, es decir por muchos cobres!”, pues en el recorrido entenderíamos cómo se esta manejando el principal negocio que mueve la economía en esas tierras muy áridas, lo que trae un especial modo de vida que rige a un importante número de lugareños y foráneos.

En vista del buen proceso de documentación antropológico que avizorábamos manejamos una línea de investigación pero dejamos que todo fluyera. Pagamos “4 bolos” hasta la Monumental Plaza de Toros de Maracaibo, donde tomamos por tan solo 15 bolívares la ruta hacia El Moján, sitio equidistante de la zona a visitar. En la parada nos encontramos con María Semprún una señora de la etnia que nos veía como lo que somos para ellos unos “arijunas”, pero no pasarían ni 5 minutos para que la incomodidad se convirtiera en una agradable compañía que ofreciera detalles de la ruta a la que estábamos apenas iniciando. ¡Llegó el bus!! exclamó María deseándonos suerte en la visita. Fue un trayecto muy bonito acompañado inesperadamente de baladas de música cristiana, el “bus” repleto de wayúus y de muy pocos mestizos; nosotros ahí adentro como una sola gota de leche vertida en un café tinto, ya estábamos metidos en la candela como no los habían dicho, tratando de pasar desapercibidos en un lugar en el cual sólo nosotros éramos distintos (Arijunas) tanto en la fisonomía como en la cultura, en la ideología y un montón de cosas más que iríamos descubriendo. En el autobús se montaban y bajaban vendedores dejándote en las manos un sinfín de artículos a la venta informal, lo que con angustia nos recordaba las recomendaciones de “no hacerle ni un desprecio a ningún guajiro”, al tanto que un jovencito (Tachón) achinado pero de cara alargada y manchada llamado José Ángel, nos entregaba una nota que decía “no me mires con ojos de indiferencia, yo soy un humilde niño que quiere ayudar a sus otros hermanos, ayúdame a cumplir mi deseo”.

Llegamos airosamente a la población El Moján Municipio Mara, ahí era el sitio de encuentro con nuestro guía y colega Jaider Carruyo en la plaza Bolívar, desde la cual se erigía la imponente iglesia San Rafael Arcángel, vicaria de la Guajira. Luego de nuestra visita intermitente al muelle de El Moján donde se aprecia Isla de Toas y unos de los más rojizos atardeceres que jamás hayamos visto en nuestras vidas, Jaider nos recibe, cual maracucho, con un fuerte abrazo de un hermano que tiene tiempo sin vernos. Sin mayor protocolo, nos invita a abordar el carrito por puesto que cubre la ruta Mojan-Paraguaipoa…ese traslado es de dos trasbordos a su vez, en un tiempo aproximado de una hora, en el cual se puede apreciar el puente y río El Limón, los médanos de sal y el pintoresco mercado los Filúos principal punto comercial de la zona, entre muchas cosas más que pueden apreciarse a través de la fotografía.

Conforme adentramos a la guajira venezolana el castellano iba desapareciendo. Llegamos a Alitasía (flor del taparo) sorprendidos del brillo que radiaba la laguna de Corojó y el fuerte sol que dejaba bañado de
contrastes el paisaje, ¡veíamos fotos por doquier!, ¡estábamos en Alitasía! Pese a todos los malos presagios, nos encontrábamos en la zona más norte de la península y no fue sino por causalidad de la vida que nuestra visita coincidiera, sin previo conocimiento, con los preparativos para el desentierro de uno de los personajes que ha eternizado la cultura wayúu como lo es Torito Fernández, de quien se habla con mucho respeto sobre su linaje. Uno de los familiares del Torito se nos acerca y nos habla en un tono suave pero muy preciso para preguntarnos de nuestras intenciones de estar ahí. Al cerciorarse de nuestra procedencia y motivos, este intermediario, nos convidó a vernos con Nemesio Montiel Fernández, un verdadero activista y antropólogo del linaje de Torito quien nos dio entrada a la preparación de uno de los festines más pintorescos y autóctonos que hayamos visto y que se realizaba en honor al espíritu del prominente difunto (müliashii).

En los preparativos del desentierro pudimos observar la magnitud del evento que se esperaba y el empeño de los familiares en hacer de la actividad a la altura de sus creencias, manifestaciones ancestrales y al cariño que se tiene hacia ese ser amado. Nos preparamos a reprogramar todo porque así no los distaba la información que nos llegaba a través de cada persona que fotografiábamos y quienes nos invitaban a regresar al siguiente día, momentode la ceremonia principal con la exhumación del cuerpo, luego de su entierro de hace 15 años.
 
Vivimos la literatura y mucho más, vivimos una ceremonia cargada de gran solemnidad. Con un palazo a uno de nuestros fotógrafos por parte de una de las mujeres más adultas que pastoreaba a las cabras evidenciamos que para todo hay que pedir permiso, hasta para fotografiar. Es una sociedad matriarcal, el familiar que sueña con el difunto es quien se encarga de su exhumación pero es la mujer de mayor edad quien tiene la última palabra. El desentierro es el mandato de los muertos para emprender su viaje de Jepirá. Entendimos, entre otras cosas, que este acto sirve para fortalecer la unidad familiar materna y la relación entre familias para una mejor integración social. Para los wayúu todos los problemas deben solucionarse en la vida y los muertos lo propician, a través de su velorio. Es hermoso y de un gran contenido humano ver a muchas personas participando en un desentierro y la convivencia especial durante tres días cuando también se aprovecha la oportunidad para el diálogo y resolución de problemas. Una viejita de Alitasía nos decía, ¡ayy mijito ya me puedo morir feliz porque cumplí con lo que me pedía mi hijo en sueño, sacar sus restos, llorarlos y enterrarlos de nuevo! El registro fotográfico por largo tiempo ante el altar, donde yacía un cofre con la osamenta y un retrato del homenajeado, nos permitió conocer que más que un llanto es un cantico que se le hace al difunto, por cuanto todas las expresiones llevaban la misma melodía y tono. La jornada vivida estuvo antecedida de una ceremonia del encierro de hombres y mujeres por tres días por parte de una Outsü o Piache (persona con dotes y sabiduría) para despojarlos de malas influencias, limpiarlos y prepararlos para un año largo. Tres días en ayuna y aislados para la meditación y reflexión. Luego los golpes con el amuleto, el toque del tambor y la cena que solo pueden comer los extraños. Presenciamos además que a numerosos niños los conjuran mujeres con facultades para que inicien un año sin problemas de salud y hagan una vida normal.
 
Todo el mundo, a su manera, siente a sus parientes muertos, difícil es estar de verdad preparados para la ausencia de un familiar a pesar de la espiritualidad, creencias cristianas y de otras religiones. El mundo wayúu, en esto es igual, pero, cree en la real posibilidad y esperanza de seguirse comunicando con sus
seres desaparecidos, soñar con ellos y cumplir sus mandatos extraterrenos. Además, se realizan ceremonias para satisfacción de sus almas. Las Piache o Chamanes, saben mucho de esto, conocen la simbología de los sueños, nos revelan lo que tenemos que hacer y en el caso de los personajes místicos en referencia quienes hablan en trances con los espíritus protectores y muertos los cuales también, le pueden llegan a un familiar cercano en sueños para decirle que ya quiere salir y entrar a Jepirá, (la mansión de los espíritus), pasearse por el mundo sideral y de repente volver a la tierra bajo diversas figuras. También se presentan al familiar, entre despierto y dormido para decirle que lo cambien de ropa o de chinchorro. Algunos misteriosos personajes asoman la idea de la rencarnación. Y, como dicen todas las concepciones sobre los seres humanos y la vida, ha existido siempre la idea de la compleja figura de la rencarnación que sigue generando discusiones a través del tiempo, enigma válido para el pueblo guajiro.

A finales y comienzos de años, es normal la exhumación, igual en el mes de agosto, pero también conocimos que la experiencia y sabiduría de los personajes de las familias, los llevan a tomar rápidas decisiones de desentierro cuando llegan pestes, enfermedades, calamidades, raras apariciones y cualquier otro posible aviso que es interpretado como el mandato espiritual.

Está ceremonia cumple para los vivos una buena oportunidad para la integración de la familia y para homenajear a la persona que se ha ido, pero que se sigue queriendo mucho hoy y para siempre. Las generaciones no olvidan a sus raíces y la rama de su parentela. Vimos muchas cosas y dicen que nos faltó por ver…

||Todo esto y más fue exhibido por unos 25 fotógrafos de Caracas, Maracay, Valencia, Barquisimeto y Zulia en la exposición “Etnik…Hijos de la tierra”, bajo la Dirección de Judith Heredia, coordinación y colaboración de los Licenciados Carlota Delgado, Rodrimar Carapaica, Fran Araujo , museografía de Omar Pino, Camilo Macías en el Museo Antropológico de Maracay, Edo. Aragua.||

Entre curiosidad e ingenuidad, un Tachón en Paraguaipoa observa la lente de José Argenis Arraiz.

Entre curiosidad e ingenuidad, un Tachón en Paraguaipoa observa la lente de José Argenis Arraiz.

Las mujeres son las que llevan el oficio del pastoreo de los animales, son protectoras territoriales y se ofenden sino se les responde en su mismo dialecto. El fotógrafo se llevó unos cuantos palazos de la Pastora y eso que habla algo de wayuú.

Las mujeres son las que llevan el oficio del pastoreo de los animales, son protectoras territoriales y se ofenden sino se les responde en su mismo dialecto. El fotógrafo se llevó unos cuantos palazos de la Pastora y eso que habla algo de wayuú.

El reencuentro familiar en ocasión al desentierro de algún difunto, es el momento propicio para estrechar lazos de amistad, resolver los problemas familiares y reorganizarse. También se delegan nuevas funciones a los integrantes.

El reencuentro familiar en ocasión al desentierro de algún difunto, es el momento propicio para estrechar lazos de amistad, resolver los problemas familiares y reorganizarse. También se delegan nuevas funciones a los integrantes.

Alitasía cuenta con un pintoresco jaguey donde los nativos pasan mayor parte de su estadía para lavar los utensilios y darle de tomar a sus animales.

Alitasía cuenta con un pintoresco jaguey donde los nativos pasan mayor parte de su estadía para lavar los utensilios y darle de tomar a sus animales.

El desentierro resulta ser un festín de comida y de celebración por los favores concedidos y porque el difunto pasó a una mejor vida.-

El desentierro resulta ser un festín de comida y de celebración por los favores concedidos y porque el difunto pasó a una mejor vida.-

Algo de literatura…

 

Los wayúu o guajiros (del arahuaco guajiro, señor, hombre poderoso) son aborígenes de la península de la Guajira, sobre el mar Caribe, que habita territorios de Colombia y Venezuela, sin tener en cuenta las fronteras entre estos dos países sudamericanos.

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Ubicación de la etnia

Ocupan un territorio 15.300 km2 dentro del departamento colombiano de la Guajira, Colombia, y 12.000 km2 dentro del estado Zulia, Venezuela. El clima de sabana xerófila al sur y occidente (Baja Guajira) y de estepa árida o semiárida al norte y oriente (Alta Guajira), es cálido y seco, la lluviosidad de esta región es muy reducida y sólo hay lluvias en el juyapu, entre septiembre y diciembre. En la Alta Guajira está el denominado Macizo Guajiro conformado por las serranías Macuira, Jala'la, Chiare, Cojoro y Cocinas y el cerro Epitsú, que alcanzan hasta 900 m.s.n.m. Al sur de la baja Guajira corren, hacia el occidente el río Ranchería y el río Limón hacia el oriente.

El pueblo wayúu habita la árida península de la Guajira al norte de Colombia y noroeste de Venezuela, sobre el mar Caribe. Es una región con un clima cálido, seco e inhóspito, bañada por los ríos Ranchería (Colombia) y El Limón (Venezuela). Presenta unas estaciones climáticas marcadas por una primera temporada de lluvias, denominada Juyapu, que se desarrolla durante los meses de septiembre a diciembre, seguida de una época de sequía, conocida como Jemial, que va desde diciembre hasta abril. Posteriormente, viene la segunda temporada de lluvias, llamada Iwa, para terminar con una larga temporada de sequía que va desde mayo a septiembre

Población

Los wayúu son el pueblo indígena más numeroso de Venezuela y de Colombia; representan cerca del 8% de la población del estado Zulia y cerca del 45% de la del departamento de La Guajira y sobrepasan las 118.854 personas. El 97% de la población habla su idioma tradicional que es el wayúunaiki, el 32% habla el castellano. Un 66% no ha recibido ningún tipo de educación formal. La población wayúu, según el censo de 1993, es de 144.003 personas de los cuales que representan el 20% de la población indígena de Colombia siendo el grupo más numeroso en Colombia. Según los datos estimativos de Venezuela, la población conjunta de los dos países alcanza a superar los 400.000 wayúu. La organización social es caracterizada por clanes de los cuales existen 24.