Qué si duele...

Todavía no me lo creo, trescientos treinta y tres días después. Que ya no te veré más, ni escucharé tu voz, ni te abrazaré papi. Me golpea fuerte esa realidad ¡Qué si duele, sí y mucho!

Para el duelo no hay fórnula que mitigue el dolor y cada quien hace lo que puede para lidiar con el mismo y sobre todo si NO estuviste allí para darle su último adiós, lo que me produce más pesar, en mi caso. Llorar es lo único que alivia, así todos me digan que todo va a estar bien, que el tiempo curará el corazón y que "él está en un lugar MEJOR"; yo sé que lo hacen con la mejor intención.

Ando en modo entumecida con la muerte de mi padre, el principal punto de referencia en mi vida, junto con mi madre. A mi el tema todavía me golpea y sí amigos llevo la cuenta de los días que se fue de este plano, mas los cinco días antes de morir cuando no habló más. Ese sábado sus últimas palabras a mi madre fueron: "Estoy muy orgulloso de mis cuatros nietos, los que Dios me regaló, son tan hermosos como las hijas".

La muerte nos pone en contacto directo con esa parte más profunda de nosotros para que asimilemos la capacidad de la trascendencia con fe o no. Estoy ahora mismo aprendiendo a aceptar la tristeza, las pérdidas y hasta las decepciones como parte normal de la vida, por eso hay que vivirlos sibn mas y no confundirlo con una depresión (esa si es una enfermedad terrible que requiere atención profesional y no se le desea a nadie). Los duelos hay que vivirlos, por eso me permito vivir el duelo de la pérdida de mi padre. Siempre me recuerdo como un mantra, cada ola que tenga que surcar en la vida es una posibilidad para mi evolución.

Este es el mensaje que nunca quise escribir "Te amo papi, descansa en PAZ"...

P.D. A la memoria de Ángel González 1943-2020