El mundo del cine despide con profunda tristeza a Shelley Duvall, esa muchacha de Houston que se convirtió en actriz por casualidad y cuyo talento único en pantalla marcaron una generación. La mía, por ejemplo.
Duvall dejó una huella imborrable en la televisión con Faerie Tale Theatre (1982-1987), una serie antológica de cuentos de hadas que produjo y narró. En este proyecto creativo y fuera de lo común, combinó su amor por la fantasía con una innovadora visión de producción. Su habilidad para darle vida a personajes extravagantes y complejos, tanto en el cine como en la televisión, es lo que la hizo verdaderamente única, en especial su capacidad para conectar con audiencias de todas las edades. A mi me cautivó. Formó parte de mi infancia. Una la miraba en pantalla narrando los cuentos y pensabas que podría ser una gran amiga.
La actriz de ojos grandes y expresivos, nació el 7 de julio de 1949 en Houston, Texas. Fue descubierta en una fiesta por un cazatalentos, a pesar de no tener experiencia como actriz. Su carrera despegó rápidamente bajo la dirección de Robert Altman, quien la convirtió en su musa en películas como Ladrones como nosotros (1974), Nashville (1975) y Tres mujeres (1977), película que le valió el Premio a la Mejor Actriz en el Festival de Cannes.
Sin embargo, su papel más icónico llegó en 1980 cuando trabajó con Stanley Kubrick en El Resplandor, interpretando a Wendy Torrance, un papel que la consagró internacionalmente y que sigue siendo referencia en el cine de terror. Su actuación, llena de vulnerabilidad, inocencia y coraje, es recordada por la intensidad con la que encarnó a una mujer atrapada en una espiral de terror psicológico.
Duvall fue más que una actriz; fue una artista cuyo estilo inusual y encantador traspasó barreras. Su carrera fue un reflejo de su versatilidad y espíritu creativo. Tras retirarse del cine en los años 90, su legado sigue vivo en las memorias de quienes la recordamos con amor y solemnidad.
Una de las peculiaridades más notables de Shelley Duvall fue su apariencia física única y su inusual estilo interpretativo, que la hicieron destacar en la industria del cine. Con su figura alta y delgada, grandes ojos expresivos y una voz distintiva, Ella rompía con los estándares tradicionales de belleza en Hollywood. Esta singularidad fue clave para que directores como Robert Altman la eligieran para papeles que requerían una presencia etérea o excéntrica.
Murió el 11 de julio del corriente en su casa de Texas, padecía diabetes, aunque murió cuando dormía, según su publicista. Siempre la recordaré como una mujer elocuente, inteligente, con mucha clase hasta sus ultimas entrevistas.
Adiós Shelley, para esta servidora siempre tendrás un hallo especial, aunque tu papel más internacional fue la de Wendy en El Resplandor, seguidos de Olivia en Popeye, Susan en Frankenstein, Pam en Annie Hall, para mi seguirás siendo esa amiga que todas quisiéramos tener. Mi primera Influencer.
¡Descansa en paz!