*Discurso de Máxima el 14 de febrero de 2013 en el Festival de Amsterdam RAI Women Inc.
A la sonriente Máxima Zorreguieta le cambió la vida el día que se le cruzó en su camino el heredero al trono holandés Willem Alexander en la feria de Sevilla en 1999, un príncipito de verdad nacido en un país con una gran tradición monárquica. El flechazo la convirtió hace once años en princesa de Orange y el venidero 30 de abril la convertirá oficialmente en la primera argentina plebeya con el título de monarca en el siglo XXI, tras abdicar su suegra la Reina Beatrix a favor de su primer hijo.
Ella, madre de tres niñas pequeñas, será reina consorte, por lo tanto, no compartirá los poderes políticos y militares del rey. Sin embargo, hasta ahora nadie la destrona de ser el miembro más popular de la familia real neerlandesa. Su natural y contagiosa sonrisa es una de sus huellas de identidad para interactuar en público, así como lo es su singular vestuario y sus pomposas pamelas. Máxima, como buena broker, ha sabido rentabilizarse en un país que la criticó duramente por el pasado político de su padre, Jorge Zorreguieta, un lunar muy grande de extirpar en su currículum.
Es la cuarta hija de Jorge Zorreguieta y de su segunda mujer María del Carmen Cerruti. Tiene 3 hermanos y 3 hermanastros. Nació el 17 de mayo de 1971, en Buenos Aires, Argentina. Tenía 28 años, cuando conoció a su marido "real" y se casó a los 30 años, el 2 de febrero de 2002, en la iglesia Nieuwe Kerk de Amsterdam, bajo el rito protestante, aunque ella sigue siendo católica por convicción.
Con esa vena sudamericana, su exhuberante estilo, el amor que profesa a su marido y su acelerada adaptación a la cultura neerlandesa, abrió los corazones de su suegra, la Reina Beatrix, del parlamento y del pueblo holandés, que no es nada tonto para sopesar si de verdad es un genuino amor de pareja o es embuste de cara a la galería, como muchos matrimonios "reales" arreglados para mantener vigente la institución.
Máxima destaca entre sus colegas
Máxima da cátedra de saber estar y de cómo comportarse al desempeñarse como una príncesa del siglo XXI. Ella es una príncesa moderna, relajada, cercana. espontánea y que aguanta sin arrugársele el vestido ni corrrérsele el maquillaje el chaparrón de sus detractores cuando le buscan sus puntos negros. Se ha comido el marrón del padre que se gasta, el error de comprarse una mansión de vacaciones en Mozambique en momentos de austeridad y de los rumores de crisis matrimonial. De todo eso, ha salido airosa y ya forma parte de la historia del Reino de los Países Bajos. No va de superwoman, ni de intachable y tampoco de intocable. Exuda jovialidad y efusividad. Muchos catalogan de teatral su sonrisa, pero de eso nada.
Dicen que la rubia argentina nativa del Barrio Norte de Buenos Aires tiene un carácter fuerte y es bastante celosa. Yo diría que se puso pilas y se espabiló para espantar a las robamaridos. Las revistas Privé y Weekend publicaron en 2004, fotografías que le hicieron estallar la paciencia a Máxima. Yo lo recuerdo, porque fue un escándalo que todo el mundo comentaba en Holanda sobre los príncipes y su supuesta crisis matrimonial. El detonante del pleito matrimonial fue la foto del príncipe Willem Alexander con su ex novia la azafata Emily Bremers, con la quien tuvo una relación de 4 años, algo que enfureció a su mujer y con razón. Y el otro episodio surgió en los Juegos Olímpicos de Atenas cuando se publicó la fotografía del príncipe abrazado con la exhuberante nadadora olímpica Inge de Bruijn, quien se le colgó al cuello como si lo conociera de toda la vida. Máxima, se encontraba de vacaciones en Argentina y al enterarse los gritos no eran nada normales, según relataban las revistas del corazón de la época. Inge, ya se retiró de la natación, pero en la época de la famosa foto tuvo que aclarar que a "ella no le gustaban los hombres casados".
Las acaloradas discusiones por celos, asustaron a los empleados del palacio como buena latina de cabeza caliente. Me lo imagino y me muero de la risa, con lo "zanahorias" (buen rollo) que suelen ser los holandeses. Asustaría al príncipe y se enteraría allí mismo con quien se había casado. Pero, eso quedó en el pasado y a partir de allí han sido escasas sus desaveniencias entre ellos publicadas en las revistas del cuore. A pesar de los dolores de cabeza por el pasado de su familia, ella ya ha anunciado que sus padres no asistirán a la investidura de su marido, para zanjar de raíz toda polémica.
Ella ya ha parido a las herederas de la corona holandesa, sus hijas, la princesa Catarina Amalia, Alexia Juliana y Guillermina Ariane hablan neerlandés, inglés y español. Ha desempeñado muy bien su papel de príncesa y no de muñequita full de botox, cirugías y demás retoques. La Familia Real Holandesa es multimillonaria, posee propiedades y negocios que suman una fortuna de 800 millones de euros, que pueden disponer cuando ellos lo deseen. Máxima, hasta ya se ha comprado unos terrenos en Bariloche y de paso ha tenido que dejar de lucir los trajes de su compatriota Graciela Naum, por el escándalo de ser una empresa textil que contrataba mano de obra ilegal.
Estos no serán los únicos impasses que Máxima vivirá en su papel de personaje público, pero yo creo que tiene el suficiente carácter y la preparación para ser una adecuada reina consorte, en un país donde las mujeres tienen bien puestos los pantalones y donde las reinas son bastante queridas por su grey.
Después de la coronación, el recién estrenado Rey Willem Alexander, Máxima y sus hijas se mudarán al palacio Huis Ten Bosch, en La Haya, donde actualmente reside la reina Beatrix. El Palacio Noordeinde será la oficina del futuro Rey.
A Máxima, los holandeses la adoptaron de buena gana y ya ella ha hecho el resto con su simpatía y su charm. Es una muchacha agraciada, nacida en Argentina, para reinar en Holanda, en una monarquía menos pomposa que la británica, pero que no está de adorno como la monarquía española. Suerteeeeeeee Máxima! Lang leven de Koning para tu marido!
* Foto tomada del fotogalereij de Het Konijnklijk Huis. Crédito de Reuters Robin Utrecht
Gestos y gestos! La naturalidad habla por sí sola y la revolución por dentro también