Si, todavía existen las personas con don de gentes

Quedan poquísimas y conectan al instante y crean puentes afectivos. Me refiero a las personas que tienen la capacidad de iluminar el día de alguien con el buen rollo que brota de sus poros, con la buena onda que emana de su ser. Particularmente, ese tipo de persona me llama la atención cuando coincido de mil en cien con ellas, porque dejan huella en mi, hasta el punto de poder rememorar la sensación con tan sólo recordarlo.

Una día de otoño me tocó hacerme una analítica de hematología y como citan a primera hora de la mañana y una está casi dormida esperando en ayunas a que te pinchen, no noté nada extraordinario en la sala esperando mi turno, hasta que apareció una señora con gafas, bata blanquecina y con un aura de amor inmensa que inundaba toda la estancia. Me llamó por mi nombre, me escoltó hasta la silla donde iba a reclinar mi brazo para extraerme las muestras de sangre y empezó la magia de la vida: con sus ojos brillantes, una voz dulce, alegre, inició contacto visual y me buscó conversación, me dijo que me relajara, que pensara en cosas bonitas, me trató como a una bebé, me aseguró que no me dolería, que sería tan cuidadosa como mi madre, me recomendó que desayunará muy completo ese día. Me desperté del tiro pero del adormecimiento autómático de la rutina para darme cuenta del don de gentes que tenía esa mujer para conectar con sus pacientes. Luego observé con el rabillo del ojo como se comunicaba con sus colegas y con las enfermeras del departamento y ella era así con todos por igual, propiciaba sonrisas, buen rollo, buenas intenciones. En conclusión, ese día me tope con un ángel pero aqui en la tierra. De hecho, he tenido que ir un par de veces más a la misma cita y siempre la trato de ubicarla y consigo en su lugar a una tía amargada y con cara de pocos amigos.

En otra ocasión fue a mirar un piso (apartamento) que me interesaba y comprobé que el chico de la inmobiliaria se ganaba bien su comisión. Era tan agradable y tan detallista que me percate que era de ese tipo de persona con quien vale pena estar por su alegría, frescura y profesionalismo. No hice negocio con él, pero siempre le recordaré por su don de gentes, tan escaso en estos tiempos donde la gente respira por su ego y los intereses de los demás queda en su segundo plano.

Esos pequeños detalles de mi cotidianidad me hacen la vida más relajada y feliz. Hoy en día, es escaso conseguirse con ese tipo de persona que tiene esa disposición peculiar para tratar a los demás con sinceridad, atraer su atención y persuadirlos con su sencillez y sin interés de por medio o fingir que lo tiene. Son personas con carisma, con charm (encanto), es algo así como tuvieran un imán para atraer e inspirar confianza y buenos sentimientos en los demás. Es definitiva saben conectar en el momento, hablan con convicción y hacen sentir especial a su prójimo con comentarios acertados de aprecio (sin hipocresía), sonríen genuinamente y sobre todo escuchan a su interlocutor y se interesan por el otro.  En fin, son personas que iluminan tu día sin haberselo propuesto, me refiero a las anónimas, no a las famosas reconocidas por las masas.

Tener don de gentes es un arte pero todo ser humano lo puede practicar. No es exclusivo para determinado número de personas, se trata de sacar ese carisma y esa buena voluntad del interior, sin fingirlo. La gente no es tonta y a los que tratan de fingir que son carismáticos quedan en rídiculo. Es no sentirse superior a los demás ni recordarselo de cada rato. Es sacar lo mejor de los demás, donar tiempo de calidad con quien hables, escucharle de verdad, interesarse por sus asuntos  (sin ser entrometidos ni juzgar) y lograr que la persona se sienta agradable en su presencia. Los que tienen don de gentes son seres inolvidables, transmiten optimismo y tranquilidad. Son especiales, sin proponerselo. Para mí son los que andan por la vida con buena vibra y eso sale del corazón.